jueves, 2 de julio de 2009

Nach Frankfurt

Parece ser que los antiguos egipcios creían que una vez muertos serian juzgados por los dioses por su conducta y sus actos en vida antes de decidir si habían de dirigirse al cielo o al infierno.
El método era simple, pesar su alma de un lado y una pluma del otro, si el alma era más ligera que la pluma eras afortunado, en caso contrario te esperaba el infierno.

De la misma forma creo que los dioses de la larga distancia juzgarán mi esfuerzo y mi deseo durante un largo día, y espero que pesen más que su unidad de medida, sea cual sea esta.

A ellos les pido que sean justos, nada más, la suerte aún necesaria, no tiene mucho que hacer aquí.

Les pido eso y sé, que una vez hecha mi petición solo escucharé los consejos de otro dios mucho más cercano a mi, ese que Sócrates llamaba su Daemon...

Resumiendo…

A falta de 3 días para el gran día, me ha dado por querer mirar hacia atrás y evaluar el destrozo, perdón, la temporada y lo que esta ha sido, no solo en fríos y pirricos números, sino como experiencia personal.

Utilizaré en primer lugar, la ancestral técnica del sopor inducido por números, estadísticas y demás, tan habitual en el (sub/infra?) mundo de la politica.
Pienso sinceramente que me lo agradeceréis como un mal menor, así estaréis total y absolutamente anestesiados para cuando caiga la parrafada pseudo-filosófica que, inevitablemente, no puedo resistir incluir en cada entrada.

Natación: 213 kms en aprox. 80 y pico horas.

Bici: 5400 kms en aprox. 180 horas.

Carrera: 435 kms en aprox. 40 horas.

Satisfecho en general excepto en carrera, pero ese era el plan desde un principio, mejorar en el agua y la bici y tratar de compensar con calidad la falta de volumen a pie, sabiendo que de todas formas me espera una larga caminata en el maratón.

Y como de todo hay en la viña del señor, han habido momentos para todos los gustos, duros, alegres, amargos, de ilusión, de decepción, difíciles en un amplio sentido de la palabra, momentos en los que te sientes en la cima de no sé muy bien qué -pero ahí estás tú y que te quiten lo bailao-, días en los que he odiado entrenar, días en que he pedaleado, nadado o corrido como si millones de personas hubieran estado detrás mío animándome, madrugones invernales en los que ni uno mismo entiende ya porque hace lo que hace, entrenos suprimidos por esa extraña circunstancia que llamamos la vida de cada día, etc, etc…

A menudo he robado tiempo a los míos , otras veces lo he sacado para compensarlos de alguna forma por mis ausencias, aunque ellos no puedan verlo y es normal que así sea.

En todos y cada uno de esos días he visualizado cientos de veces la línea de meta, especialmente en esa ultima serie, cuando el corazón pedía paso a través de la boca, a falta de unos metros, unos segundos, un porcentaje de mi pulsaciones máximas o un simple “una más” que no me hará más rápido, pero sí más decidido a seguir poniendo un pie delante de otro para acercarme un poco más de esa línea, unos kms después de que el cuerpo se haya hundido y sea el deseo el que tome el control de las operaciones…